24 horas con María Álvarez, directora general de NOVO

Acompañamos a este recorrido íntimo y profundamente chilango por los lugares que dan forma a la rutina y la llenan de inspiración a María.

María Álvarez, directora general de NOVO
Por Jessica Servín Castillo
1 de diciembre 2025

El día de María Álvarez empieza antes de que la ciudad despierte del todo. Directora general de NOVO y caminante devota de su propia urbe, María tiene una relación íntima con ciertos rincones de la Ciudad de México, esos que no siempre aparecen en las guías, pero que definen su ritmo personal. Acompañarla por 24 horas es descubrir una capital que respira a su manera: entre mercados improvisados, parques venerados y un puñado de lugares que resisten en la memoria afectiva de quienes la habitan.

8:00 — Aunque admite que no es de grandes desayunos fuera de casa, María tiene un lugar consentido cuando se trata de consentirse: Nicos. Es un sitio que no presume, pero cumple, dice. En sus mesas se siente la Ciudad de México de siempre: las porciones generosas, el café humeante, el ánimo familiar. Allí, entre platos clásicos, empieza su jornada con la calma que los domingos prometen, aunque hoy la ciudad la reclama desde temprano.

10:00 —  Una caminata por Chapultepec es para María casi un ritual. Lo recorre sin prisa, dejando que el parque la conduzca: los corredores matutinos, los puestos que empiezan a instalarse, los árboles que filtran la luz con una suavidad casi líquida. Aquí, dice, se siente fuera del tiempo. Y quizá por eso regresa tanto: porque Chapultepec es ese lugar que lo contiene todo —historia, naturaleza, y un silencio que solo existe cuando uno sabe encontrarlo.

12:30 — A mediodía, la ciudad le revela a María uno de sus territorios favoritos: la calle de Colima, en la Roma. Allí, entre sombra y sol, está uno de los puestos que ella considera tesoros: los tacos placeros. Sin nombre oficial, sin pretensiones, solo el olor tentador del nopal, el chicharrón, lo simple hecho perfecto. Ella ha ido por años, no por pose gastronómica, sino por proximidad: “Por practicidad”, repite, como quien sabe que la cotidianidad tiene sus propias delicias.

13:00 —A unos pasos, y ya más avanzada la tarde, aparecen las quesadillas fritas que ocupan el mismo territorio cuando cae la noche. Son su perdición. Doradas, burbujeantes, recién salidas del aceite. Podrían considerarse un simple antojo, pero para María son un recordatorio de por qué esta ciudad nunca se acaba. Y como si la expedición callejera necesitara un cierre inesperado, menciona uno de esos lugares que vienen y van en su memoria hasta que reaparecen como epifanías: los mariscos de la gasolinera de Pirreyes. Cócteles fresquísimos servidos en frascos, fila incluida, atmósfera cero pretenciosa. “Muy buenos mariscos”, dice, casi subrayando que no todos los hallazgos necesitan mantel.

16:00 — Cuando piensa en dónde llevaría a un amigo extranjero, el Museo de Antropología aparece sin titubeo. Para ella, es una de las estructuras más poderosas y luminosas de la ciudad. Hoy entra un momento: observa las piezas que conoce bien, revisita salas como quien visita viejos amigos. La luz del atardecer recorre los patios, y María admite, una vez más, que este museo es uno de sus lugares favoritos del mundo.

20:00 — La noche pide una última parada y María elige Cananea, su bar predilecto en esta temporada. Tiene una bebida que, según ella, es difícil de encontrar en otras partes de la ciudad, y es ahí donde le gusta cerrar un día especialmente citadino. El ambiente es íntimo, ligeramente ruidoso, lo suficiente para sentir que la vida sigue ocurriendo alrededor.

6:00 del día siguiente —  Aunque no forma parte de su rutina cotidiana, María tiene una ilusión pendiente: llevar a un amigo a ver el amanecer en las Chinampas de Xochimilco. No la versión de fiesta y licuachelas, sino el Xochimilco profundo, ese donde el agua parece espejear el primer rayo del día y la ciudad aún no existe. Mientras lo cuenta, su voz cambia: ahí está la María que observa, escucha, siente. La viajera dentro de su propia ciudad.

@no.vo.no.vo

Sobre el autor:
Jessica Servín Castillo
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