Territorio donde el tiempo se plasma en muros, bóvedas y patios que dialogan entre siglos. En el corazón de la ciudad de Oaxaca, el Ex Convento de Santo Domingo de Guzmán (obra de la Orden de los Dominicos iniciada en 1575 y concluida parcialmente en el siglo XVIII) es quizá la expresión más pura del barroco novohispano: fachada decorada, ornamentación interior exuberante, retablos, claustros, y capillas que aún marcan la vida cultural de Oaxaca. Muy cerca, el Archivo Histórico comparte espacios abiertos, corredores y patios con la comunidad, recordándonos que la memoria no se guarda en silencio, sino en recorridos arquitectónicos vivos.
Pero Oaxaca no solo mira hacia atrás. En la costa de Puerto Escondido, Casa Wabi, diseñada por Tadao Ando en colaboración con Bosco Sodi, imponer un estilo contemporáneo minimalista con influencias japonesas: líneas limpias, uso contundente de concreto, integración con el paisaje, honestidad estructural. De igual modo, el Centro Cultural Comunitario de Teotitlán del Valle, proyectado por el despacho PRODUCTORA (Carlos Bedoya, Wonne Ickx, Abel Perles y Víctor Jaime), articula tradición comunitaria y arquitectura contemporánea: geometrías sencillas, materiales locales, escala humana y diseño que honra la herencia textil de la población.
En la hotelería, la hospitalidad oaxaqueña se reinventa a través de propuestas que dialogan con la historia y los materiales locales. Casona Sforza, diseñada por Alberto Kalach con Ezequiel Ayarza Sforza, celebra las bóvedas, los arcos tradicionales, la artesanía local y una estética bohemia contemporánea, renovando el confort sin perder la raíz. Por su parte, Pug Seal Oaxaca, ubicado en una casona del siglo XIX, fue restaurado bajo el despacho Arquitectos Artesanos Oaxaca, con intervenciones artísticas de Rafael Uriegas, Sabino Guisú y Manuel Lozano, entre otros; refleja un estilo ecléctico que mezcla lo histórico, lo zapoteco y lo contemporáneo mediante murales, incrustaciones y diseño interior.
De conventos barrocos a refugios minimalistas frente al mar,
Oaxaca demuestra que su arquitectura no es estática: es un tejido
en constante transformación donde lo histórico y lo moderno se
encuentran para narrar, juntos, la identidad de un estado
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