En un mundo donde la arquitectura suele responder a la inmediatez, Oficio Taller se distingue por su pausa. Su fundadora, Marcela G. González, propone una práctica guiada por la observación y el respeto al territorio: una arquitectura que escucha antes de intervenir y que busca reconciliar al ser humano con su entorno.
“Oficio Taller es un espacio colaborativo movido por la curiosidad y el amor por la naturaleza. Cada proyecto transforma la observación en una experiencia sensorial que despierta vínculos entre quienes habitan y el paisaje que los acoge.”
Para González, la arquitectura mexicana vive un momento de enorme riqueza: “México es una fuente inagotable de inspiración. Me atrae lo vernáculo, los oficios que persisten, las manos que transforman la materia. No se trata de imitar el pasado, sino de reinterpretar su sabiduría desde un lenguaje contemporáneo y sustentable.
Su inspiración nace de lo cotidiano: la luz cambiante, los sonidos, los aromas. “En cada proyecto registramos la textura del sitio. Lo sensorial no se añade después, es el punto de partida.”
La arquitecta sostiene que los valores que guían su trabajo son la sensibilidad, la humildad y la empatía: “La arquitectura pertenece a quienes la habitan. Escuchar al sitio y a las personas permite crear espacios que acompañen la vida sin imponer una forma.”
Más que buscar referentes, encuentra inspiración en los oficios y en la literatura. “Las manos que tejen o forjan son una fuente de sabiduría ancestral. La gastronomía también me inspira: ambos oficios diseñan experiencias que hablan del lugar del que provienen.”
Su visión para el futuro es clara: “La arquitectura mexicana
debe ser colaborativa, responsable y sensible al entorno.
Aquella que entienda su raíz local será la que mejor
responda al cambio climático.”
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