El viaje comienza con el Acueducto, símbolo indiscutible de la ciudad. Sus 74 arcos, de más de veinte metros de altura, fueron construidos en el siglo XVIII por el marqués de la Villa del Villar del Águila para llevar agua al convento de La Cruz. Hoy, los Arcos no solo dividen la vista, sino que unen el pasado virreinal con la modernidad queretana.
En el corazón del Centro Histórico, el Templo de Santa Rosa de Viterbo cautiva con su fachada barroca, obra de Ignacio Mariano de las Casas. Sus curvas dinámicas, relieves dorados y torre de influencia árabe lo convierten en una joya única del barroco mexicano. Frente a él, la plazoleta que lleva el nombre del arquitecto invita a contemplar la armonía entre arte y devoción.
A unas calles, el ex Convento de San Agustín, hoy Museo de Arte de Querétaro, deslumbra con su patio barroco: columnas salomónicas, querubines y relieves florales que parecen moverse con la luz. Muy cerca, la Casa de Ecala, con su rejería de hierro y balcones tallados, es una de las obras civiles más elegantes del siglo XVIII.
El recorrido histórico culmina en el Teatro de la República, escenario de momentos decisivos como la promulgación de la Constitución de 1917. Y para entender el Querétaro contemporáneo, basta visitar el Centro de Congresos, un recinto de líneas puras y geometrías limpias que dialoga con la Sierra queretana.
Querétaro es un museo al aire libre donde la historia y el diseño moderno conviven en perfecta armonía.
Y recibe información exclusiva para viajar por México ¡con estilo!